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lunes, 27 de abril de 2015

Carta a una ex.





Sería increíble estar escribiéndote esto desde la otra punta del bar en el que todo empezó, con una cerveza en la mano y tu sonrisa dando tumbos por mis ganas de no quererte. En qué momento decidiste dejar de romper mis esquemas para escribir aburridos diálogos, en qué momento dejé de tocar el piano en tus costillas, dejé de acariciar tu erizada piel y lo cambié por contarte mis problemas. Odio los "Para siempre", siempre los he odiado, si algo dura para siempre por qué íbamos a darle al gas para sentir la velocidad y caernos por el precipicio.  Maldita sea, lo más divertido era cuando nos enfadábamos por no saber querernos. 

Cuando solo eramos sexo, tan intensos... tan efímeros. Nos atraíamos como lo hacen los polos magnéticos opuestos. En qué momento decidimos volvernos sin carga, simples y aburridos para que pudiéramos estar estáticos, a gusto, acostumbrados. Sin que una carga nos atrajera inevitablemente. En qué momento dejó de ser sexo y empezó a ser amor, la primera causa del desamor. 

Cuántas veces hemos pasado del enfado a la risa, de la risa a la locura. Pero todo se volvió costumbre. Cuándo decidimos meternos en salas oscuras embobados en pantallas durante horas, si lo mejor era verte, y verte bien. Cuándo cambiamos las heridas en la espalda por los abrazos desde la cintura. 

Ahora te escribo desde un bar diferente, y es otra sonrisa la que tengo clavada en mis ojos, y no puedo evitar preguntarme en qué momento se fue todo a la mierda, en qué momento decidí dejar de devolverte esa mirada para mirar alrededor, en qué momento te volviste menos interesante, en qué momento decidí cambiar mis canciones de rock y mi sonrisa provocativa por las series y las caricias en tu pelo. No me importa que destruyéramos lo que teníamos, ni me importa donde coño estés, solo quería decirte, que no cambies tu carga. 

PD: Tus canciones eran horribles. 








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