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lunes, 2 de diciembre de 2013

Instinto.

...Seguramente éste sea el tema mas difícil del que habré hablado jamás,
 y no es que sea un tema del que me cueste hablar, es un
tema que es difícil de entender, las personas que recorran este
texto de arriba a abajo con sus ojos, posiblemente crean que han
entendido algo, pero este texto no se entiende,
este texto se siente.

Podría hablaros de señores y de esclavos, de peones y de reyes,
pero no, hoy no voy a hablaros de eso, la política es aburrida,
es simple, poco producente dependiendo de tu escala
social y muy contradictoria dependiendo de tu nivel mental.

En esta noche tan especial os voy a hablar de algo aún más 
especial, os voy a hablar de ellos, de nosotros, de lobos.

Mi querido lobo, ese animal tan incomprendido,
tan astuto, tan feroz.

Una vez conocí a una persona lobo, fue extraño, porque 
de alguna manera, siempre la había conocido, pero jamás
me paré a contemplar su naturaleza, su instinto,
era una persona que me resultaba tan familiar pero a la 
vez tan distante, la respetaba, él siempre sabía qué hacer,
era un lobo solitario. Tardamos poco tiempo en hacernos
totalmente inseparables, dependíamos uno del otro,  yo aprendía de 
él, pero a el le costaba mucho aprender de mi, supongo que
cuando una persona pasa tanto tiempo sola, por su cuenta, aprende
a solucionar sólo sus problemas, aprende a ver las cosas 
de otra manera, cuando no tienes a nadie que te apoye
tienes que ser tu propio apoyo. La mayoría de las veces que 
el lobo tenía un problema, nada parecía afectarle, yo le creía 
indestructible. Entonces decidí preguntarle cuál era su secreto, cómo era posible
que pudiera mantener la calma en todo momento como si nada le afectara,
cómo era capaz de mantener su cabeza fría ante cualquier situación, cómo era
capaz de tener un instinto tan salvaje, tan indómito pero a la vez ser tan pasivo.
entonces, le pregunté.

El lobo fue claro, me habló sin rodeos, como siempre solía hacer él, me dijo 
que no todo es tan simple como parece a primera vista, que todo lo que puede
parecer fuerte y robusto puede estar derrumbándose en su interior, que las 
armaduras, las corazas y las máscaras no protegen, sólo esconden, y que no me 
dejase llevar por algo tan simple como la apariencia, en todo momento yo pensé
que hablaba de si mismo, pero, en realidad estaba hablando de mi, es curioso,
el lobo ni siquiera me conocía pero era como si pudiera ver dentro de mi, cuando 
hablaba con él, me sentía como un libro abierto, podía leer todas las páginas 
de su interior sin ningún problema, a pesar de todas las cerraduras que yo había
puesto en su interior, decidí que si no podía engañar al lobo, tal vez,
de alguna manera, podría llegar a ser como él, sonaba tan emocionante.

Decidí que aprendería todo lo que pudiera aprender, que escucharía
todo lo que me dijera y que confiaría ciegamente en su consejo, tal era el respeto
y la admiración que le tenía, era la persona más intrigante con la que me había
encontrado nunca, veía las cosas de una manera totalmente diferente a lo que
me habían enseñado a mi, era como nacer de nuevo, como sentir que eras algo más.

Él actuaba de una manera lógica, muy lógica, cada acción suya parecía 
disparatada, pero en realidad, todo lo que hacía era lo que las personas no
eramos capaces de hacer, me di cuenta de que somos estúpidos, nos encerramos
en una visión muy reducida del mundo y la mayor parte del tiempo vemos 
solamente el presente, solamente lo que esta pasando en este momento,
cada problema que tenemos lo afrontamos como si fuera el fin del mundo,
cada sentimiento que tenemos lo interpretamos como una debilidad, jamás
nos ponemos a pensar en si mañana nos importaría sentir lo que sentimos 
o simplemente lo desecharíamos como hacemos con todo lo demás, como cuando
somos pequeños y jugamos a un juego por primera vez o probamos una nueva
experiencia, creemos que es lo más excitante que hemos hecho nunca, y que es algo
de lo que nunca nos cansaremos, que siempre nos va a gustar, pero lo cierto es
que nos cansamos, y a una velocidad abrumadora, estamos en constante movimiento
y nuestros valores, nuestros gustos, nuestras ideas y nuestros ideales cambian
todo el tiempo, y lo que hoy nos duele como si fuera un fuego abrasador, mañana 
tan sólo es una pequeña marca en nuestra piel, lo que hoy creemos que es insuperable, 
mañana tan sólo es una experiencia que nos lleva a crecer, qué lógico suena todo, 
pero yo nunca me hubiera dado cuenta por mi mismo, él me enseñó a ver.

Las personas somos patosas, expertos en hacer las cosas mal y unos auténticos
maestros del drama, ocupamos nuestra vida en cosas realmente absurdas,  
como mentir para gustar a una persona que también miente para que los
demás tengan interés en mentirle a ella para gustarle y formar juntos una
mentira mas grande para decirle a todos lo felices que son en dicha mentira, 
y que las mentiras de los demás tengan que ser lo suficientemente peores
como para que ella se sienta totalmente satisfecha en su mentira, sólo hay
un pequeño problema, cuando la verdad quiere entrar en el juego. O como
cambiar nuestra manera de ser para integrarnos en un grupo que ni siquiera tiene
identidad y cuyos miembros hicieron exactamente lo mismo para pertenecer a 
dicho grupo, entonces, realmente ¿Cómo hay que ser para estar en ese grupo?,
al final ninguno recuerda como era, pero tampoco sabe como debería ser, y 
poco a poco se van formando pequeños rebaños de esos animales con forma
de nube que el lobo tanto odia, las ovejas, lo cuál me pareció extraño, porque
¿No se supone que el lobo debería comerse a las ovejas?, la respuesta que
el me dio me resultó sorprendente a la vez que satisfactoria, me dijo que 
el había nacido para ser un guerrero, no para ser un pastor, que detestaba 
a las ovejas porque eran un bocado demasiado fácil, y que no era emocionante.

Lo más extraño de todo es que la mayoría de las ovejas querían ser como el 
lobo, ellas necesitaban a alguien que las guiara, querían ser independientes,
pero había una cosa que el lobo me había demostrado demasiado bien,
el instinto lobuno es algo que se lleva por dentro, se nace con él.
En ese momento supe que yo nunca podría ser como el lobo, nunca podría
ser tan indestructible como él, ni tan decisivo, ni tan capaz, pero volvió a 
alegrar mis oídos, me dijo que no necesitaba que fuese como él, que si 
todos fuéramos como él, las cosas tendrían menos valor, y no sería tan
especial encontrar a otros lobos. Era la primera vez que mencionaba la
existencia de otros lobos, yo creía que él era único, no me imaginaba que
podría haber más. Me explicó que no todos los lobos son iguales, que algunos
nacen con dones especiales, otros nacen para liderar, y en otros, su función aún
no ha sido descubierta, pero que ante todo, la manda era lo más importante, 
cuidarse unos a otros, los lobos marcaban la diferencia.

Uno de los cambios que el lobo hizo en mi fue la capacidad de conectar
con las personas, ese era su don, de algún modo, lo supe desde el principio.
Yo no era de esas personas fáciles de leer, era bastante complicado saber 
lo que pensaba, pero para él era como un juego de niños, tenia el don
de conectar con el alma de las personas, las conocía mejor que ellas mismas,
me parecía algo impresionante, pensar en que podías meterte en la cabeza
de alguien y saber en qué esta pensando, en qué iba a hacer o en cómo iba 
a reaccionar según que circunstancia, debía de ser algo increíble, pero 
entonces, él empezó a hablar.

Volvía a hacerlo a su manera, sin rodeos, directo y sin alteraciones en su
voz, en su respiración o en sus nervios, era él, impasible como siempre,
me habló de lo contradictorio que puede llegar a ser una habilidad, o un
don, como prefería llamarlo yo, dependiendo de tu forma de ser, podía ser
beneficioso o contraproducente, y por supuesto, dependiendo de la otra persona.
Me dio ejemplos, como siempre hacía para acompañar a sus argumentos, me dijo
que cuando se trataba de ayudar a una persona con la que sólo tienes amistad
era un don estupendo, simplemente te metías en su cabeza y le explicabas
qué tenía que hacer para volver a dejarla como estaba, pero cuando se trataba
de amor, la cosa era mucho más complicada.

Me contó su historia de amor, de cómo había conocido a una humana, una 
humana neutra, una humana que no había conocido su propio interior, fue
casi un accidente, un momento fugaz, pero me explicó que cuando un lobo se
enamoraba, lo hacía muy profundamente, me pareció extraño, él que siempre 
parecía tan inexpresivo, tan duro, ¿Él sentía amor?, yo sólo lo veía como una
debilidad que al final, sólo iba a traerme problemas, pero seguí escuchando.

Me contó cómo conectó con el alma de la humana, era un mapa precioso,
el de su cabeza, un extenso laberinto lleno de desvíos y de despistes, tan sólo
habían conversado unos escasos treinta minutos cuando el lobo, de repente,
le dijo a la humana que había llegado al final del laberinto, y que había 
encontrado algo realmente bonito, algo que le llamaba por instinto.
La humana quedó sorprendida, se preguntó en cómo el lobo había llegado
hasta el final, ella había pasado toda su vida construyendo ese laberinto 
para asegurarse de que absolutamente ningún humano pudiera llegar al 
final, pero, él no era un humano, ¿Recordáis?.

Inmediatamente después de eso, la humana y el lobo formaron un vínculo,
era una humana especial, a ella no le gustaban los humanos, y al lobo menos,
pero había algo entre ellos dos que les hacía atraerse de una manera
irresistible, y así el lobo, se enamoró de la humana.

Fue entonces cuando comenzó a explicarme en el por qué de esta historia,
me dijo que cuando llegó al final del laberinto, encontró algo precioso,
pero también me contó, que todo lo que había al rededor, poco a poco 
estaba estrechando el espacio que quedaba para el final, se estaba auto
encerrando en si misma. Decidió remodelarlo todo de arriba a abajo,
le explicó a la humana que los despistes y los desvíos son útiles, pero que
una entrada con una cerradura inquebrantable es mejor.

A la humana le gustaba que el lobo le enseñara el mundo desde otra 
perspectiva, ¿A quien no le gustaba eso?, y poco a poco la humana se 
estaba volviendo más fuerte, le encantaba tener al lobo de su parte,
si tenía algún problema en su interior que no era capaz de analizar
o de solucionar, el lobo solamente tenía que darle un empujón.
Pero un día, la humana se hizo una pregunta. 
¿Qué pasará cuando el lobo no esté, qué haré entonces?
Era una pregunta lógica, una pregunta destructiva pero lógica, 
ella no tenía la seguridad de que el lobo fuera a estar siempre ahí,
¿Cómo iba a saberlo?, decidió abandonarle, para comprobar que podía
estar sola. El lobo sabía la respuesta desde el principio, él siempre era lógico,
y si pensamos de forma lógica, si la humana pudo vivir sin él todo este tiempo,
¿Cómo no iba a poder hacerlo después de él?
Pero el lobo decidió respetar su decisión y dejarla ir, tenía que descubrir por
su propio pie de lo que era capaz, porque los humanos, la mayor parte del 
tiempo, necesitamos comprobar las cosas por nosotros mismos, todo el mundo
nos da consejos, nos previene y nos advierte, pero no es hasta que nos damos
el golpe hasta que aprendemos la verdadera lección, nosotros, los estúpidos humanos.

Poco tiempo después de que se separaran, ella volvió, pero el mapa de su cabeza
ya no era el mismo, el laberinto había sido reconstruido y estaba alimentado
por otro tipo de energía, el final del laberinto no gustó al lobo esta vez, la 
humana se había vuelto algo que el lobo detestaba por encima de todo, una oveja.

Me explicó que su don, posiblemente había sido el detonante de todo,
que todo había acabado por culpa de su don, y que por eso, su don no era 
siempre lo más parecido a una virtud.

Era la primera vez que yo, un absurdo humano estaba a punto de darle
un consejo al lobo, que quizá no sea tan malo, ese don suyo, si gracias a el
vivió una historia con una humana, alguien con quien jamás hubiera 
podido pensar que le haría feliz, y es que, los humanos somos expertos
en sentir, aunque la mayor parte del tiempo sintamos cosas muy extrañas.
Lo malo de nosotros, es que somos efímeros, nos gastamos, olvidamos, 
cambiamos y hacemos muchas tonterías. Los lobos son clásicos,
sus sentimientos no cambian con tanta facilidad.

Fue entonces cuando empecé a comprender más al lobo, pero siempre
era imposible saber en qué o quien estaba pensando, era mental
y emocionalmente inaccesible, pero la parte buena es que siempre
contestaba a mis preguntas, siempre era sincero y siempre decía las
cosas tal y como las sentía, no veía los sentimientos como una debilidad.
Fue exactamente eso lo que le pregunté, ¿Qué piensa de los sentimientos?
Me respondió al instante y en su manera, me dijo que no iba a explicarme
la manera en la que pensamos los humanos sobre los sentimientos porque
yo ya la sabía, era un humano. Me dijo que los sentimientos, como su don,
eran algo especialmente contradictorio y la mayor parte del tiempo imprevisibles.
Me contó que los sentimientos pueden ser algo que te impida actuar, como
lo son el miedo o el amor en una de sus formas, por ejemplo, cuando
quieres hacer algo individual pero no puedes por tu pareja o algo que te ayude
a hacerlo, que ciudades enteras han caído por amor, ejércitos inmensos han caído 
por el sentimiento del honor, o vidas se han salvado gracias al miedo.
Que los sentimientos en forma de debilidad son los que intentamos esconder,
las personas siempre buscan nuestro punto débil, y es precisamente lo que 
escondemos lo que van a intentar atacar, por eso son una debilidad,
pero no para él, nunca para él.

Eran muchas las cosas que el lobo veía diferentes a como las veía yo,
cuando probaba una experiencia nueva, yo siempre me fijaba en los
demás para intentar copiarles y hacerlo de la misma manera, él no lo hacía,
se fijaba en los demás, observaba sus fallos y sus aciertos y formulaba en un 
microsegundo su propia manera de hacerlo, odiaba lo común, odiaba la rutina
y odiaba tener que hacer las cosas según un falso manual, le encantaba tener
un estilo propio para hacer cada cosa que se presentaba, yo empecé a copiarle,
de todas maneras, era lo que siempre hacía, soy humano ¿No?.

Mucho tiempo después de lo ocurrido con la humana, el lobo y yo estábamos 
cada vez más distantes, discutíamos constantemente y nunca nos poníamos 
de acuerdo, ni yo parecía sentirme yo, ni él parecía sentirse él, entonces pasó
una de las cosas que más me han dolido nunca, porque a mi, a diferencia de él,
las cosas sí me dolían, el lobo, quiso dejar de ser un lobo, quiso dejar de ser.

Fue entonces cuando tuve que ser yo el que ayudara al lobo, después de todo,
él siempre había estado ahí, siempre me había ayudado en todo, y si yo era
un buen copiador, había aprendido del mejor, intenté usar el don que me había
concedido, y me sorprendió lo que encontré dentro de su cabeza.
Era una especie de llanura interminable, donde había un enorme bastión rodeado
de pequeñas casitas, nevaba, había tanta nieve que parecía que allí se sucedía
un interminable invierno, lo que no me parecía tan extraño, me dije, piensa como
el lobo, piensa lógico, él era tan frío, ahora entendía la nieve.
Hay una cosa que me llamaba la atención, ¿Por qué ese castillo no tenía
muralla? ¿Las murallas no sirven para proteger?.
Seguí recorriendo el mapa de su mente más detenidamente cuando encontré
el origen del problema, el lobo sentía vacío, la peor de las sensaciones.
Si estas triste, lloras, golpeas cosas, rompes cosas, te desahogas.
Si estas feliz, bueno, si estas feliz hagas lo que hagas estás feliz.
Pero, ¿Qué se hace con el vacío? es decir, ¿Qué es el vacío?,
en realidad es como una especie de angustia que te ahoga poco a poco,
te asfixia, pero no sabes cómo rellenarlo, no sabes como tapar los huecos.
Lo primero que pensé cuando vi el vacío fue en la humana, lo más lógico 
sería que el vacío se debiera a ella, y en parte, tenía razón, una parte del 
vacío se debía al espacio que ocupaba la humana, el lobo no había vuelto
a encontrar a un ser vivo que le llenara tanto, ya fuera humana, loba, o 
una estúpida oveja. Pero el espacio más grande y doloroso se debía a otra 
razón. El lobo se había esforzado tanto en entender la vida, en entendernos
a nosotros y en entender a las ovejas, que su propia existencia carecía de 
sentido para él, había perdido la razón de vivir. Supongo que es algo muy
duro, pero no quise preguntárselo, tan solo quería ayudarle, yo necesitaba
al lobo, y fue entonces cuando...

"Cuando ese pequeño humano me dio la mayor lección que me han 
dado jamás, mi único problema era que llevaba demasiado tiempo
sin sentir, demasiado tiempo sin llorar o reír, ya fuera por cualquier 
cosa, y es que yo no necesitaba llorar, no necesitaba desahogarme porque
siempre, siempre sabía que hacer, no necesitaba el consejo de nadie, 
no necesitaba enseñarle a los humanos que estaba mal para que me 
ayudaran porque, en realidad nunca estaba mal, y tampoco podían
ayudarme, pero entonces comprendí, que aunque yo no necesitara a 
nadie, aunque yo pudiera solucionar mis problemas sólo, lo más
bonito de vivir es sentirse vivo, y llorando, riendo o gritando, es cuando
realmente te sientes vivo, porque, la luna no está para mirarla, no está
para quedarte inerte ante ella, está para aullarla, y cuando aullamos,
sacamos nuestro más sincero instinto, nos sentimos vivos, el humano
me enseñó a ver, y la caída mas dura fue la que me levantó más alto."

Qué curioso, el me enseñó a ver a mi, y yo a él, pero cuando me 
miré al espejo, descubrí, que mi querido lobo y yo, somos la misma persona.










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