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lunes, 29 de diciembre de 2014

Polvo.






Dicen que con los ojos cerrados, oímos muchas más cosas porque estamos más centrados en escuchar que en mirar, en sentir lo que no vemos que en ver lo que no sentimos. Ojalá se pudiera vivir con los ojos cerrados, lo veríamos todo con claridad. 
Me pregunto qué dirían los espejos si pudieran contarte sus historias, mostrarte el mundo desde su perspectiva, después de todo, hay tantas maneras de verlo. Qué dirían de la chica que se prepara para salir, pinta sus uñas, alarga sus pestañas, maquilla su sonrisa y arregla su pelo mientras su mente y su corazón están tan en ruinas que no puede ni dar un paseo por sus emociones sin que le provoquen un ataque de ansiedad, me pregunto si verán lo que las personas no se esfuerzan en apreciar, si verán que lo único que busca es no tener que ponerse una enorme armadura con el gran peso emocional que conlleva porque le da miedo todo lo que hay a su alrededor, e incluso ella misma. Me pregunto si verán la rabia en sus lágrimas cuando medita en lo que los demás piensan de ella, o la incomprensión en su mirada cuando cree que debería sentirse feliz porque tiene lo que tanta gente busca y sin embargo no produce ninguna sensación en ella. La preocupación en sus ojos mientras vuelve a maquillarlos para que nadie note que es capaz de sentir algo, que no es un objeto o una estúpida incapaz de pensar en algo que no sean pintauñas y ropa. Me pregunto si verán el dolor de los brazos del adolescente que no ha recibido la suficiente atención de unas personas que se supone que estarían ahí. Si se sentirán culpables por mostrar una imagen que no corresponde con lo que tienen delante, por alguna extraña enfermedad que contraen en alguna pared. Si verán la inseguridad del que intenta que le muestren una imagen que no corresponde con él, por intentar encajar en una sociedad que no encaja en ningún sitio. Si verán el dolor del padre que se equivocó por no querer que su hijo cometiera los mismos errores que él cometió, e intentándolo de la peor manera posible. Si verán la esperanza en los ojos del que busca una nueva oportunidad, una salida a una situación difícil. Me pregunto si verán cómo nos mentimos a nosotros mismos por una mentira aún mayor. Me pregunto si es que los humanos hemos aprendido a odiarnos tanto unos a otros, a nosotros mismos, porque somos Frankenstein, porque no entendemos el odio hasta que nos miramos al espejo. Me pregunto si entenderán el dolor que sentimos cuando lloramos por una persona que ya no existe, si un objeto sin alma ni corazón, sin ética ni moral podría explicarnos dónde y cuándo nos equivocamos. Imagino que tendría que hablar con nosotros cada cinco minutos. Me pregunto qué pensarían de los errores que cometemos muy pronto, y nos acompañan durante tanto tiempo, que determinan tantas cosas. Qué pensarían de todas las veces que desearíamos volver atrás para cambiar un suceso, cuando "Lo único que trasciende las reglas del tiempo y el espacio es el amor." Qué pensarían del momento en el que un niño descubre que el mundo es mucho más duro y complejo de lo que le habían contado en sus cuentos, que no siempre hay finales felices, fiestas y perdices, que a veces los cuentos acaban inesperadamente, con un brusco giro de los acontecimientos, qué pensarían del momento en el que el niño crece, y se convierte en adulto. Qué pensaría de esos adultos que se olvidan de que no siempre lo fueron, que no dejan a sus niños ver el mundo lo mejor posible poniéndoles pequeñas pruebas para que vayan adaptándose a lo que les espera, que en vez de eso, les dejan solos y perdidos sin prestarles ni un ápice de interés y después tienen el coraje de pensar "¿Qué hicimos mal?", me pregunto si el espejo les respondería "Todo." Me pregunto qué diría de los padres que no aceptan a las parejas de sus hijos porque creen que tienen el derecho a decidir sobre su vida como si fuera suya, intentando vivir su vida a través de la de sus hijos. Qué te diría de la familia que se separa, se pelea por unos cuantos papeles de colores, del padre que cree que sigue siendo un adolescente y que puede vivir como cuando tenía dieciocho años, olvidando que tiene unas responsabilidades. O de la chica que canta bajito en su habitación porque cree que no tiene posibilidades de hacerlo delante de cientos de personas, me pregunto si le diría que su voz es preciosa. ¿Podría decir algo así? ¿Podría sentirlo?, qué diría del amigo que siempre apoyó a la chica que quería porque prefería verla fracasar una y otra vez con otros chicos y poder estar cerca de ella cada vez que busca un hombro en el que llorar, en vez de decirle lo que siente y arriesgarse al probable rechazo. Me pregunto si le diría que es un imbécil por estar malgastando su vida pudiendo estar con una persona que de verdad le valore en vez de ser el punto de apoyo de alguien que solo busca un imbécil que le haga sentirse más insegura de lo que ya es. Me pregunto qué le diría a quien no quiere mirarse en él porque no se gusta, si le diría que la razón por la que no se gusta es porque busca gustar a los demás en vez de buscar gustarse a si mismo. Qué le diría a quien se cree superior a otra persona por alguna absurda razón y unas cuantas baratijas, si le diría que todas sus carencias como persona intenta rellenarlas con algo tan simple como la impresión de los demás porque nunca ha conocido el valor de las cosas porque ha sido un consentido toda su vida y no duraría lejos de casa más de cinco minutos. Me pregunto si un espejo podría ser todo lo objetivo que las personas nos asustamos de ser, si podría decir todo lo que nosotros callamos, ser más sincero de lo que somos nosotros con nosotros mismos, si nos diría lo estúpidos que somos. Si nos diría que somos el reflejo de lo que nunca llegaremos a ser, que somos polvo. 






















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